El Gran Cañón, la magia del río Colorado

Todos lo conocemos, bien por fotos, películas, documentales o revistas. Pero por mucho que creas haber visto antes el Gran Cañón, es imposible hacerse una idea de lo que es hasta que lo tienes delante. Por sus colores crees estar en otro planeta, su inmensidad te hace sentir insignificante, y por su belleza un privilegiado. Una maravilla de la naturaleza que hace las delicias de cualquier viajero.

Pero empecemos desde el principio. Tras nuestro paso por Alaska, nuestro siguiente destino de la vuelta al mundo era la Costa Oeste de Estados Unidos, llegamos a las siete de la mañana al aeropuerto de los Los Ángeles en un vuelo nocturno de Alaska Airlines procedentes de Anchorage. Nuestra estancia en la West Coast sería por casi un mes, 26 días en total, haciendo un recorrido circular por los principales Parques Nacionales y ciudades, pero dejaríamos LA (como llaman allí a la capital del cine) para el final. Así que en cuanto salieron las maletas nos dirigimos a recoger el coche de alquiler para tirar millas dirección Este. Teníamos reservado el coche con la empresa Dollar, aunque hay bastantes empresas de alquiler de coche en Los Ángeles para elegir, y desde todas las terminales del aeropuerto llegan buses gratuitos que te llevan hasta la oficina de recogida, que están un poco a las afueras del aeropuerto. Tuvimos suerte porque teníamos reservado un coche de la clase más baja (Ford Fiesta o similar) y cuando llegamos no había ninguno porque aún no los habían entregado, así que nos dieron un Hyundai Elantra, de categoría superior. Menudo cochazo que nos llevamos para todo el viaje! Empezamos con suerte jejeje.

Salimos del asfixiante tráfico de LA y conducimos en dirección a nuestro primer objetivo, el Gran Cañón del Colorado. En unas 6 horas (contando parada a comer) llegamos a Kingman, un pueblo de carretera donde paramos a dormir en un motel y reponer fuerzas. Al día siguiente continuamos una hora y media máss hasta Williams, el pueblo más cercano al Parque Nacional de Gran Cañón, desde donde se tarda una hora en llegar al parque por una carretera recta. La entrada al Parque Nacional del Gran Cañón cuesta 25 dólares (se paga allí mismo en una caseta de peaje) y es válida por 7 días. Aparcamos en el Centro de Visitantes, que está en el mismo borde del cañón, y nos fuimos corriendo a asomarnos a este gran coloso de la naturaleza del que tantas fotos habíamos visto. Pero ninguna le hace justicia, hay que verlo en directo para dar cuenta de su grandiosidad.

Todo el borde del cañón está perfectamente habilitado con senderos que llevan de un mirador a otro. Cada uno tiene algo especial, así que lo mejor es recorrer todo lo que se pueda para no perderse ni un detalle del Gran Cañón. Yo cada vez que me paraba a mirar en un mirador, me parecía increíble pensar que toda esta maravilla es obra del río Colorado, que con su erosión ha ido excavando en la roca hasta crear uno de los cañones más profundos del planeta.

Cómo recorrer el Gran Cañón

Una red de autobuses gratuitos (shuttles) hacen un recorrido llegando a los diferentes miradores repartidos por el borde del cañón, y te puedes subir y bajar las veces que quieras. Hay tres rutas, la roja, la azul y la verde. La roja es la más larga y sólo pueden circular los buses del parque, mientras que la verde y la azul (esta última pasa por el Grand Canyon Village, la zona hotelera) también se pueden hacer en vehículo propio además de los buses.

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El primer día hicimos la ruta roja. Calculamos para llegar a la penúltima parada (Pima Point) a la hora del atardecer, ya que nos habían dicho que era el mejor lugar para ver caer el sol sobre el cañón. Y así fue, es un espectáculo contemplar como van cambiando de color las rocas a medida que el sol se va escondiendo.

Al día siguiente tuvimos que madrugar mucho (4:30 de la mañana) para ver el otro gran espectáculo diario del Gran Cañón: el amanecer. Es otro momento mágico que hay que vivir allí, el frío y el sueño a esas horas de la mañana no impiden disfrutar de unos instantes que se te quedan grabados ya para siempre en la memoria. Lo vimos desde el mirador Yavapai Point por recomendación de un guardia del parque, y las vistas fueron geniales.

Después continuamos para ver lo que nos faltaba de la ruta azul y verde, pero de camino se nos cruzaron unos ciervos que pasaban de un lado a otro de la carretera para comer. Hay que tener cuidado con esto y mantener la velocidad porque es bastante habitual. Como había poco tráfico, no pudimos evitar parar para sacar unas cuantas fotos a los animalitos.

El mejor mirador: el cielo. Vuelo en helicóptero en el Gran Cañón

Una vez que ya hemos visto el Gran Cañón desde todos los miradores posibles, sólo falta poner la guinda. Si el presupuesto lo permite, sobrevolar el Gran Cañón es una experiencia única que hará que podamos hacernos una mejor idea de lo que abarca el cañón, y verlo desde una perspectiva que ningún mirador nos permite: desde arriba. No queríamos perdérnoslo, y volamos con la empresa Papillon (tarifas a partir de 179 dólares), que tiene el helipuerto a 10 minutos en coche del Centro de Visitantes.

Nunca habíamos montado en helicóptero, pero lo llevamos muy bien porque no se nota casi nada, pensábamos que se movería más pero no, lo disfrutamos muchísimo. Nada más despegar, sólo se ve el gran bosque que también caracteriza al parque, hasta que de repente se deja de ver la marea verde de árboles y se abre el Gran Cañón con sus precipicios, alucinante.

Hicimos el recorrido Imperial y es super completo, dura 40 minutos llegando incluso al borde de enfrente, el lado norte del cañón. Poco más voy a contar del vuelo porque eso es para vivirlo, mejor que hablen las fotos.

Alojamiento en el Parque Nacional del Gran Cañón

El alojamiento dentro del parque no es barato, pero hay que tener en cuenta que la población más cercana (Williams) se encuentra a una hora de camino en coche (sólo ida), y aunque allí podemos encontrar un hotel más barato, creo que compensa quedarse dentro del parque, ya que la diferencia de precio respecto al tiempo conduciendo ida y vuelta más la gasolina lo compensa. Además si se quiere ver el amanecer o el atardecer sobre el Gran Cañón, es un gran inconveniente alojarse fuera. Para el alojamiento elegimos el Bright Angel Lodge & Cabins, dentro del Grand Canyon Village fue lo más barato que encontramos y nos salió a 89$ la habitación doble con baño compartido. La habitación era simple pero limpia y confortable, y para nosotros tener el Gran Cañón a apenas veinte pasos de la habitación, bien mereció la pena gastarse ese dinero de más.

Nos fuimos del Gran Cañón con ganas de más, dos días nos supieron a poco con todo lo que se puede hacer allí. En una futura visita nos encantaría hacer una ruta de senderismo de las que bajan hasta el río (hasta abajo del cañón) o conocer otras zonas del borde sur y también llegar hasta el borde norte. Pero otra vez será, de momento nos quedamos con el gran recuerdo de uno de los lugares más espectaculares que hemos visitado nunca. Y es que la naturaleza es increíble.

Os recordamos que podéis leer más sobre la Costa Oeste, ver el vídeo de nuestro paso por el Gran Cañón, y seguirnos en las redes sociales Twitter y Facebook.