Aventura en 4×4 por Bolivia (II): Desiertos de otro planeta

Aventura en 4×4 por Bolivia (II): Desiertos de otro planeta
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Si por algo es conocida esta parte del sur de Bolivia y este recorrido es por el desierto de sal más grande del mundo, el Salar de Uyuni, que habíamos pisado el día anterior y que atrae a todos los viajeros que pasan por allí, en el que pudimos disfrutar de uno de esos sitios que teníamos en nuestra lista de lugares más impactantes del planeta. Y para nada defraudó, pero lo que no sabíamos es que en las dos jornadas de viaje que teníamos aún por delante hasta San Pedro de Atacama veríamos paisajes tan alucinantes o más (de verdad, seguid leyendo) como el primer día en el salar.

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Nos levantamos muy temprano el que era nuestro segundo día en el tour, después de una noche en la que combatimos el frío con botellas de plástico rellenas de agua caliente dentro de la cama, pese a las cuatro o cinco mantas que teníamos por encima. Sí, se confirmaba eso de que en el desierto por el día, mucho calor, pero por la noche, también mucho frío. Al poco de montar en el 4×4 que conducía nuestro guía Manuel y recorrer los primero kilómetros nos encontramos con una vía de tren, que pertenecía a la primera vía que se construyó en el país y que conectaba Uyuni (Bolivia) con Antofagasta (Chile), ya totalmente en desuso desde que se abandonaron los trabajos de minería.

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Los paisajes cambiaban rápidamente entre la polvareda, llegamos a una zona rojiza donde asomaba y se dejaba ver el volcán Ollagüe de 5.865 metros de altitud, y esto nos recordaba que pasábamos los días a una altura media de 4.000 metros sobre el nivel del mar, que no es moco de pavo. Aunque por suerte al venir viajando progresivamente por tierra durante varias semanas desde Lima (Perú) y haber pasado muchos días en Cuzco o La Paz no tuvimos ningún problema aquí con el mal de altura, conocido como «soroche», que puede llegar a afectar bastante dependiendo de la persona y si se llegan a estos sitios con cambios bruscos de altitud.

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La siguiente parada fue en la Laguna Cañapa, una laguna salada donde habitan decenas de flamencos y que se encuentra situada entre unas montañas de tonos marrones donde aún quedaba un pequeño rastro de nieve. Una gran parte de la laguna más que de agua está formada por una especie de costra fangosa, donde estos bonitos animales a falta de moluscos o insectos se alimentan principalmente de algas y placton. Siendo bastante sigilosos, conseguimos acercarnos bastante para observarlos.

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Aprovechamos la parada para el almuerzo, los guías se habían encargado de que no pasáramos hambre y traían ensalada de pasta, tomate, patata, quinua, pollo y frutas. Nos trataron fenomenal. Mientras tanto algunas curiosas vicuñas se dejaron ver por allí también.

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Continuamos hasta llegar a la Laguna Hedionda, y que no os engañe ese «apestoso» nombre porque no se corresponde para nada con la espectacular belleza del lugar. Cuando llegamos allí y vimos cientos de los flamencos (muchísimos más que en la laguna anterior), los colores del cielo reflejados en el fango y esas montañas arenosas destacando nos quedamos boquiabiertos. Es increíble encontrarse este paisaje de postal en mitad de la nada después de recorrer kilómetros y kilómetros de desierto. Pudimos ver aquí tres especies de flamencos de las cinco que existen en el mundo y que sólo habitan en Sudamérica: el flamenco chileno, el flamenco de James y el flamenco andino. Son preciosos y tan fotogénicos que te hipnotizan.

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¿Estamos en otro planeta? Podría ser perfectamente, menudos paisajes lunares. Pasamos por más lagunas como la Honda, Charcota o Ramaditas, y cada cual nos sorprendía con colores diferentes.

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Las nubes y el polvo eran los únicos testigos del avance de nuestro todoterreno por el desierto. Charlábamos con Manuel sobre su país, con nuestros compañeros sobre nuestros respectivos viajes, y escuchábamos música boliviana que al principio molaba para ambientarse, pero que después de unas horas reemplazamos por nuestro mp3…

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Increíble el árbol de piedra, una gigantesca roca que ha sido moldeada por los fuertes vientos del desierto confiriéndole esa curiosa forma parecida a un árbol. Habíamos entrado ya en el desierto de Siloli, considerado parte del desierto de Atacama y uno de los más áridos del mundo.

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Y cuando pensábamos que el altiplano boliviano no nos podía sorprender más, llegó esto. Como si de un espejismo se tratara la Laguna Colorada se empezaba a mostrar en el horizonte como algo imposible, pero cuando llegamos a la orilla comprobamos que era real. El agua es roja como la sangre debido a la pigmentación de algunas algas, sedimentos y minerales volcánicos que tiene, y lo más curioso es que cambia de tonos a lo largo del día. Nos decía Manuel que por la mañana el color rojo es mucho menos intenso, así que poder disfrutarla por la tarde a su máximo esplendor fue genial.

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Al lado de la laguna estaba la entrada a la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa, donde hay que pagar 150 BOB (15 euros aprox.) por la entrada. Este área protegida ocupa una extensión de siete mil kilómetros cuadrados y se caracteriza por sus altas montañas volcánicas en la frontera de Bolivia con Chile y Argentina. Este día lo terminamos durmiendo en un pequeño refugio dentro de la reserva, y al igual que la noche anterior el frío apretaba muchísimo así que encendimos una hoguera con nuestros compañeros con los que compartimos unas risas antes de irnos pronto a la cama porque el día siguiente sería largo.

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Nos pegamos un madrugón de los buenos y a las 5 am estábamos en pie para poder llegar a tiempo y ver en pleno apogeo los géiseres y fumarolas conocidas como Sol de Mañana (con el nombre entendimos el madrugón). Chorros de vapor de hasta 12 metros, charcos de lava hirviendo, cráteres enormes…

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…y hasta una piscina natural donde paliar el frío y meterse a remojo en aguas termales. Eso sí, lo peor es salirse luego…

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Después del relajante parón seguimos avanzando entre polvareda hasta llegar al desierto Salvador Dalí, llamado así (dicen) por sus colores similares a los cuadros del mítico pintor español. Desde luego, el surrealismo de estos paisajes inhóspitos sí que se puede relacionar con Dalí.

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Nuestra última parada fue en la Laguna Verde situada a las faldas del volcán Licancabur, un tremendo volcán de 5.916 metros de altura y atravesado por la línea imaginaria de frontera entre Bolivia y Chile que comparten su posesión. En la orilla de esta preciosa laguna color esmerada nos despedíamos de Bolivia, ya que muy cerca de allí se encuentra una caseta en mitad de la nada donde la policía boliviana nos pusieron en el pasaporte el sello de salida y nos dirigíamos hacia Chile.

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Una vez con el sello de salida en el pasaporte, un pequeño autobús nos esperaba a nosotros y a los que habían llegado hasta allí en otros coches para salir en dirección San Pedro de Atacama, donde ya nos pondrían el sello de entrada en Chile. Nos despedimos de Manuel y de las dos parejas que nos habían acompañados durante estos tres días en el tour, ya que ellos regresaban de nuevo a Uyuni, desde donde habíamos comenzado.

Bueno, quizás el post ha quedado un poco largo, pero era difícil descartar más fotos y espero que lo hayáis disfrutado. Es una zona que aunque se trata de las más turísticas de Bolivia no se conoce mucho y os quería mostrar lo mejor posible estos paisajes que parecen sacados de otro planeta y que fueron de lo más impactante que visitamos en Sudamérica. Para los que quieran indagar aún más o informarse para un futuro viaje, aquí dejo el recorrido completo que hicimos en el tour del Salar de Uyuni durante los tres días en este mapa.

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6 Comentarios

    ¡Tremendos paisajes! Ya tengo más motivos para viajar a Bolivia a parte del Salar de Uyuni :D

    Estuve ahí hace un par de años cuando viaje por Bolivia. Los paisajes me impactaron y gustaron mucho a pesar de que llevo un par de años trabajando en el Desierto de Atacama. El lado chileno también esta increíble, aunque siento que San Pedro es un lugar demasiado artificial (y caro) para gringos

      Author

      Nosotros aunque pasamos por San Pedro de Atacama nos quedó pendiente la parte chilena del desierto, quizá en otra ocasión podamos conocer sitios como el Valle de la Luna.

    ¡Impresionante chicos! Me ha encantado la roca con forma de árbol… qué pasada de lugar. Y lleváis razón no se conocen mucho los otros atractivos de Bolivia.
    Un saludo

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